TRABAJOS CIENTIFICOS
Plantas medicinales, aromáticas y tintóreas.

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Trabajo leído en las Jornadas de Historia de la Farmacia Argentina. Tucumán, 20-23 Junio 1973. Publicado en: Revista de Farmacia y Bioquímica N°1. 1974. p. 37-41.*

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL USO DEL CÁÑAMO COMO ALUCINÓGENO. ENFOQUE FARMACOTOXICOLÓGICO

Por Eduardo Marenco Guido Y María Rita Guido


El uso de ciertos fármacos capaces de actuar sobre los más elevados niveles metaméricos del sistema nervioso central con el propósito de obtener sensaciones placenteras, la evasión de una realidad ingrata, o el cumplimiento de variados ritos, reconoce antecedentes que emergen de la más remota antigüedad.

Se trata en realidad de drogas en el buen sentido de nuestra definición farmacopeica y no en el equívoco del uso vernáculo de la expresión, pues los fármacos a que nos referirnos son en su totalidad productos susceptibles de recibir forma farmacéutica y ser usados como medicamentos. Así el cáñamo, motivo de este trabajo, tuvo importante papel en la terapéutica popular y oficial desde la antigüedad, y si bien ya ha sido eliminado de las farmacopeas modernas sigue figurando en las patogenesias de las materias médicas homeopáticas y algunos trabajos relativamente recientes parecen reivindicarlo anticipando su posible rehabilitación por la medicina de un futuro no muy distante.

En esta reseña intentaremos pasar breve revista a los antecedentes del uso del cáñamo con finalidad no médica, limitándonos a aquellas prácticas placenteras, o. más exactamente, pseudo-placenteras, y a sus otras aplicaciones no menos peligrosas en ceremonias religiosas u ocultistas. En estos aspectos podemos recoger información que data de hace más de tres mil años.

Para ubicar el uso desde la antigüedad del cáñamo según un criterio que, permita captar los perfiles más significativos del tema en cada una de las etapas o épocas de una secuencia cronológica, la alternativa más aceptable es valerse, para cada etapa de tal secuencia, de la información dejada por autores clásicos que la vivieron y que hayan descripto lo que vieron, o en su defecto los relatos que recibieran de fuentes muy fehacientes a su criterio. A su vez, de entre estos autores, será imprescindible seleccionar a aquellos a quienes la ciencia histórica reconoce mayor seriedad y autoridad, dada la imperiosa necesidad de no enmarañar la perspectiva de este pantallazo con descripciones confusas que se pierdan en las tinieblas de un pasado muy remoto, y de versiones provenientes de autores profanos, que tanto antes como ahora, en el presente, sólo contribuyen a difundir inexactitudes y fantasías farmacológicas que confunden a la opinión pública y estimulan a los desprevenidos a intentar la prueba nociva de iniciación en el uso de estupefacientes, alucinógenos, etc. Por lo que acabamos de señalar, de cada autor célebre apuntaremos algunos datos sobre su personalidad y su época que avalen su autoridad y su consiguiente elección.

Se ha visto que el uso del cáñamo es antiquísimo. El más célebre de los poetas griegos, Homero, autor de las epopeyas heroicas La Ilíada y La Odisea, compuestas hacia el siglo IX o el siglo VIII a. de C., nos da la pauta de que en la antigua Grecia se conocía ya la droga que nos ocupa. Se trata de un testimonio literario, no histórico, ya que La Odisea, a la que nos referiremos, es una narración de aventuras en la que se celebra la astucia y el ingenio de Ulises, basada en vetustos cuentos y relatos folklóricos, Homero, por lo tanto, no intenta historiar, pero sus poemas encierran un cúmulo de testimonios de alto valor histórico y fundamentalmente sociológico, ya que nos trasmiten usos, costumbres y creencias. En el canto IV de la Odisea, en que se relata la llegada a Lacedemonia de Telémaco, hijo de! desaparecido Ulises, durante un banquete se recuerda a! héroe al que todos consideran muerto por lo cual los comensales caen en profunda tristeza; entonces Helena, esposa del rey Menelao, utiliza la "nepenta', bebida mágica a base de cáñamo, para combatir la melancolía de sus invitados. Hornero nos cuenta que Helena, hija de Júpiter, echó en el vino que estaban bebiendo una droga contra el llanto y la cólera que hacía olvidar todos los males. Quien la tomare después de mezclarla en la crátera no logrará que en todo el día le caiga una sola lágrima en las mejillas aunque con sus propios ojos vea morir a su padre y a su madre o degollar con el bronce a su hermano o a mi mismo hijo".

Según Varlet, los electos del haschich habrían dado origen así a la leyenda de Circe, la hechicera de Ia Odisea, que habitaba en la Isla Eolia, a la que arribaron Ulises y sus compañeros; éstos son atraídos por el canto de Circe que los introduce en su palacio, y con el fin de retenerlos, junto con algunos alimentos les suministra un potaje con ciertas drogas que logra convertirlos en cerdos.

Varios siglos a. de C. ya conocían el cáñamo los asirios y escitas; si se tiene en cuenta las inmensas extensiones asiáticas que estos últimos ocupaban, resulta evidente la extraordinaria difusión que ya entonces había alcanzado el empleo de esta droga, lo que avala en sus relatos el célebre Herodoto (485-425 a. de C.), considerado el padre de la historia, incansable viajero griego dedicado especialmente al conocimiento de los pueblos que nos legó una pintura amena y detallada de los mismos, proporcionándonos un panorama exhaustivo de cuantos conocimientos eran accesibles a los hombres del siglo V a. de C. Su historia es un verdadero espejo de su época y acopió abundante información sobre los pueblos de la Rusia Meridional, desde los escitas de Crimea, habitantes de esta región del noroeste asiático, hasta los mongoles de los Urales, lo que le permitió, en su "Historia de las Guerras Médicas... (1,202), relatar el uso del cáñamo entre los mesagetes, una de las ramas de los escitas, en los términos siguientes; "Tienen árboles que dan los frutos más extraños. Cuando se juntan sentados alrededor de una hoguera, arrojan al fuego los granos y se embriagan aspirando el humo". Y, en otra parte de su obra describe (IV -73, 75); "los escitas cuando lloran un pariente o un amigo se reúnen bajo una gran tienda de campaña y arrojan granos de cáñamo a las piedras calientes de la lumbre. Aturdidos por el humo lanzan gritos confusos y dicen que pueden entonces hablar con el ausente e interceder con los dioses"; Refiere además, acerca de los asirios, aquellos habitantes del norte de la Mesopotamia cuyo poderoso imperio nos dejó muestras de su acabado arte y cultura, que cultivaban el cáñamo desde el Mar Caspio hasta el Aral, dándole uso análogo al de los escitas. Respecto de los asirios existen además referencias de que desde el siglo VIII antes de nuestra era acostumbraban también a mezclar la resina del cannabis con los inciensos; llamaban a la planta "qunobou", nombre del que posteriormente derivó el de cáñamo.

Siempre en Oriente, ya un herbario chino del siglo V a. de C. contiene una descripción de la planta de cáñamo, pero su uso parece haber sido fundamentalmente médico. Hace alrededor de dos mil años los chinos lo valoraban como anestésico con fines quirúrgicos. En su magnífica síntesis histórica, conceptual y filosófica de la medicina china, Georges Beau refiere que lo usaban como narcótico y febrífugo y que "el ilustre Hua To anestesiaba a los enfermos que no se servían de la acupuntura sino de la cirugía, con vinos a base de cáñamo indio. Habría practicado entonces laparatomías, torocotomías, así como trepanaciones. El paciente no se despertaba más que varios días después y recobraba la salud".

Una referencia posterior muy importante proviene de Galeno, figura clásica y representativa de la historia de la Medicina, considerado uno de los más grandes autores médicos de la antigüedad y para algunos el padre de la Fisiología, que vivió en la época del Imperio Romano y adquirió gran fama y celebridad durante el reinado de Marco Aurelio (siglo II a. de C.), por su vasta cultura y autoridad, consagrando su nombre a puntos tal que pasó a ser denominador común de todos los médicos y que una rama de la Técnica Farmacéutica mereció tradicionalmente la denominación de Farmacia Galénica. Este padre de la Medicina describió los efectos embriagantes de la droga y reconoció que el cáñamo estaba en uso en la India y entre los Mongoles. Pero ya advierte que presenta el peligro de lesionar el cerebro si se toma demasiado.

Gran importancia para nuestro tema tiene lo que se refiere a la secta de los haxixinos o asesinos, de la cual aparece la primera relación hacia la época de las cruzadas; particular relevancia asume al respecto la información obtenida de dos autores de principios del siglo XIX, Silvestre de Sacy y Josef von Hammer, y de la interesante recopilación contemporánea de Brau que intentaremos sintetizar. Señalan que los árabes heredaron el opio de los egipcios y el cannabis de los habitantes del Éufrates. La aventura de la "orden de los haxixinos" es un ejemplo muy significativo del papel que puede jugar este tipo de fármacos en la exacerbación del fanatismo religioso. Desde los primeros tiempos un sisma profundo había dividido a los musulmanes en sunitas y chiitas, partidarios de la legitimidad del califato de Alí, yerno de Mahoma. En 909, Obeid-Allah al Mahdi fundó la dinastía de los fatimitas cuya doctrina esotérica comprendía nueve grados de iniciación y era enseñada en las logias secretas. En el siglo XI un persa llamado Hasan inb al-Sabbah fue a Egipto a hacerse iniciar en dicha doctrina acompañado por su amigo Omar Khayyam autor de las tan conocidas Rubaiyatas. Luego Hasan, rodeado de gran número de discípulos hecho los cimientos de la orden ismaelita cuyos adeptos fueron conocidos como "haxixinos". En el momento mismo en que propagaba su influjo espiritual, la orden fundó su poder temporal haciendo reinar el terror entre sus enemigos mediante el puñal y el veneno. El "fedawi", a quien se confiaban las misiones de sacrificio, ingería un brebaje conteniendo cannabis que lo sumía en profundo sueño. Al despertarse, este personaje sagrado, era inducido por un "dai" o maestre que le prometía que sus sueños se convertirían en realidad en el reino de Alá sí se comportaba como fiel servidor de la orden y cumplía bien las misiones que le fuesen confiadas, costase lo que costase. Esta secta aparece mencionada en el siglo XIII por Marco Polo, el célebre comerciante veneciano que en sus fabulosos viajes se mostró siempre atento a las características peculiares de los países que atravesaba. Su obra, el "Milione", libro de narraciones a menudo fantásticas y extravagantes, pero basadas en la experiencia directa del autor frente a un mundo totalmente desconocido para los europeos de su época, no fue considerada un testimonio real sino a partir de los siglos XVIII y XIX en que se realiza la exploración científica de Asia. Este "Libro de las Maravillas", de finalidad didáctica, destinado a todos aquellos que quisieran conocer las distintas razas humanas y las grandes particularidades de las comarcas de Oriente, recién entonces comienza a ser apreciado en su valor documental; en él, su autor, relata que el jefe de los "haxixinos", el jeque "al-Djebel" o gran maestre, conocido como el "Viejo de la Montaña" o "Dios cíe la Montaña", conseguía fanatizar a sus discípulos administrándoles una bebida elaborada con cáñamo, que les llevaba a extremos tales, que entre otras atrocidades llegaban a matar a sus propios padres y hermanos. Los miembros de esta secta, llamados, como hemos visto, "haschischans" o "haxixinos", habrían dado así origen, como lo estableciera el orientalista Silvestre de Sacy, a la palabra asesino. "Haschischans*' significa "comedor de hierbas" y deriva del "haschisch", expresión árabe que significa hierba, y que es, excepción hecha de América, las más usada de las denominaciones de la droga que nos ocupa.

Los indios, grandes cultivadores de cáñamo, elaboraban con éste y azúcar sus "píldoras de la alegría" ya mencionadas en antiguos escritos sánscritos.

Posteriormente se difundió entre ellos la práctica de fumar este tóxico provocando estragos de tal magnitud que ya en el siglo XIV se menciona la aplicación de penalidades severísimas y hasta crueles, que incluyen desde la prisión hasta la extirpación de dientes a los culpables, sin éxito significativo en tal represión, según informan documentos del siglo XVI. En la India también se usaba una bebida llamada "chang" de efectos similares a la "nepenta" mágica del gran Homero. Entre los indios afectos al uso de la droga eran corrientes los episodios llamados "amok", muy propios cíe los malayos, en los que un individuo enfermo por alucinaciones visuales sufre impulsos homicidas que suelen inducirlo a correr por la calle golpeando a cuantos encuentra con el cris que trae en la mano; esto que tiene habitualmente culminación mortal, también en Mongolia era frecuente.

En la antigüedad e! cáñamo fue usado también en orgías y prácticas ocultistas; Hegedus, atribuye a documentos oficiales del Santo Oficio la versión de que en los "aquelarres soñados", así llamados porque se usaban "narcóticos", se usaban diferentes brebajes en cuya composición es muy probable que interviniera el cannabis, cuyo uso también era frecuente entre los musulmanes, para provocar visiones que reputaban sobrenaturales, práctica esta última que parece persistir en cierta medida.

Pasando ya a épocas menos lejanas cabe recordar que los soldados de Napoleón conocieron el haschisch en Egipto, extendiéndose entre ellos el hábito, que, como en el caso de los indios, resistió a la severidad de las sanciones. Surgieron así los primeros estudios de los sabios franceses que acompañaron a Bonaparte en esa campaña en 1798, habiendo realizado Silvestre de Sacy, Rouyer y Desgenettes fructuosas observaciones sobre el terreno y llevando muestras que Lamarck analizó en París. Se atribuye a Somerat la introducción en Francia del uso del cannabis como alucinógeno, y en el mismo país, Morcan de Tours realiza los primeros estudios psicofarmacológicos importantes sobre el tema e intenta tratar alucinaciones patológicas por medio del haschisch. En Francia surgieron también muchos adictos en círculos intelectuales; apareció así el famoso "club de los haschischins" cuyos miembros se reunían en un hotel de la isla Saint Louis para consumir una confitura a base de cáñamo, el "dawamask". Entre los asistentes a estas reuniones figuraron nada menos que Teófilo Gautier (1811-1872) y Carlos Baudelaire (1821 -1867), poetas y críticos de arte, el primero inscripto en el romanticismo, e! otro, precursor del simbolismo; ambos relatan las impresiones provocadas por la ebriedad del haschich basándose en su auto experiencia. Dado el gran valor documental de sus descripciones recordaremos que Gautier detalla impresiones sinestésicas, el "sonido de los colores" consistente en el cruce de la recepción de un sentido a otro lo que es muy característico del estado inducido por la LSD. En cuanto a Baudelaire en su "Paraísos Artificiales" compara los efectos del haschich con un maravilloso viaje del que no se sabe a donde conduce, pero fundamentalmente destaca que el cannabis no tiene tendencia a crear un mundo irreal interno sino más bien a transformar el mundo real. Se trata de una agudización sensorial que Modinos precisa diciendo que "el haschich" no es un creador, solo un amplificador".

A fines del siglo pasado, recrudece el papel religioso del cannabis, cuando el jefe de una tribú baluba del sudeste del Congo enardeció a las muchedumbres destruyendo sus ídolos e instaurando el culto de esta droga mediante fumadas colectivas en una pipa gigante instalada en la plaza de la aldea durante los días festivos.

Aunque habiendo omitido ex profeso mucha información histórica dada la índole de este trabajo, creemos haber reunido elementos suficientes para ubicar conceptualmente el uso no médico del cáñamo desde la antigüedad. Llegamos así al siglo XX, y la crónica periodística, aunque no siempre exacta, da cabal cuenta de la dramática difusión del uso nocivo de! cannabis por creciente número de nuestros contemporáneos, eximiéndonos de reseñarlo.

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