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Plantas medicinales, aromáticas y tintóreas.

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Anales de SAIPA - Sociedad Argentina para la Investigación de Productos Aromáticos
V CONGRESO NACIONAL DE RECURSOS NATURALES AROMÁTICOS Y MEDICINALES - SALTA 1989
Volumen XI - 1993 - pág 115 a 118.

MEDICINA VEGETAL DE ALTERNATIVA
Eduardo Vattuone Boero *

* Farm. Colegio de Farmacéuticos y Bioquímicos de la Capital Federal

En estos últimos tiempos se ha actualizado en varios países, la idea de la utilización de la medicina de origen indígena como alternativa para sustituir en ciertos casos algunos medicamentos, por razones de costo, de dificultad para conseguirlos, de no comprobada acción farmacológica, etc.

Ya en la época colonial, resultó un gran beneficio para los enfermos de Europa la materia médica de origen vegetal que llegó de América.

Eran realmente repulsivos muchos medicamentos que se dispensaban en el viejo continente.

En un trabajo que publiqué en el N8 21 de la Revista del Colegio Oficial de Farmacéuticos y Bioquímicos de la Cap. Fed., citaba los desagradables medicamentos que figuraban en los Codex y Farmacopeas de esa época.

Por ejemplo la Heilsams Dreckapotheka de C.F. Paulini (Botica repugnante curativa) cuyo título simboliza ampliamente la tendencia de muchas prescripciones del siglo XVII.

La primera edición de la London Pharmacopoeia, de 1618, contiene 1960 remedios, de ellos 1028 son simples, 91 animales y 271 vegetales. Entre ellos figuran gusanos, pastillas de víbora disecada, pulmones de zorro (para el asma) aceite de hormigas, aceite de lobo, etc.

Entre los compuestos; ungüento napolitano (sangre), emplasto de vigo (compuesto de carne de víbora, con ranas y gusanos vivos).

La Farmacopea 1650 contiene polvo del cráneo de una víctima de muerte violenta y polvo de gascuña (compuesto de besoar, ámbar, perlas, ojos de cangrejo, coral y pinzas de cangrejo).

En la de 1677 siguen figurando la orina humana y la carne de víbora, tan recomendada por madame de Sevigné.

De los remedios curiosos que figuran en estas 3 Farmacopeas londinenses tenemos la sangre, bilis, grasa, las vísceras, los huesos, la médula de los huesos, uñas, dientes, pezuñas, cuernos, órganos sexuales, huevos y excrementos de todo género de animales, aguijones de abejas, crestas de gallo, pieles, plumas, pelos, cola de pescado, saliva de hombre en ayunas, placenta humana, tiras de piel de culebra, escorpiones, nidos de golondrinas y un hueso del cráneo de un criminal ejecutado.

Muiderea prescribía aceites de arañas y de lombrices de tierra contra la peste.

Roberto Boyle el excremento como un remedio grosero pero seguro contra la disentería, etc.

La cuarta Farmacopea de Londres (1721) rechaza muchos jarabes y aguas pero conserva las triacas, extractos de excretas y otros productos animales.

Pero ya la quinta edición (1744) presenta una disminución de esta clase de preparaciones, y en la de 1788 prácticamente desaparece toda materia médica animal.

Ante este tipo de medicamentos bastante desagradables, los originarios de América basados en vegetales, fueron un alivio para los enfermos de aquella época.

Analizando documentos de los XVII y XVIII encontramos los nombres de investigaciones de la Botánica de éstas regiones de América, entre ellos: José de Acosta, Aperger, Lozano, Falkner, Montenegro, Ruiz de Montoya, Guevara, Suárez, Techo, Sánchez Labrador, Cardiel, Juárez, Dodrizhoffer, Charlevoix, etc. Curiosamente con la excepción de Félix de Azara, a finales del siglo XVIII, todos los otros eran miembros de la Compañía de Jesús.

Estos fueron quienes estudiaron la flora, aprovechando las propiedades medicinales de nuestras plantas.

En los finales del siglo XVI, el P. José de Acosta fue el primero en divulgar y hacer constar lo que se conocía en esos momentos sobre la flora y fauna desde Méjico al Tucumán, en su "Historia Natural y Moral de las Indias". Mérito de este estudioso, fue de que tuvo que valerse solo de sus conocimientos, ya que fue el primero en ocuparse de dejar consignado por escrito la virgen naturaleza de América.

En 1639 aparece la "Conquista Espiritual" del padre Antonio Ruiz de Montoya, la que en el capítulo in dedica a la zoología y Botánica del Río de la Plata. En el capítulo VII estudia la yerba mate, fue por consiguiente el primero que la estudió y publicó un artículo sobre ella.

Curiosamente, Nicolás del Techo en una obra que editó en Lieja en 1673 en donde dedicó sus capítulos a la flora de estas tierras, criticó y desaconsejó el uso de la yerba mate.

Uno de los hizo conocer más en Europa nuestra flora y fauna, fue el Padre Francisco Charlevoix en su obra "Historia del Paraguay" editada en París en 1756 y reeditada en los principales idiomas de Europa.

Meritoria labor le ocupó al padre Pedro Lozano, que publicó en 1733 su obra dedicada al Gran Chaco "GUALAMBA". En el capítulo IV estudió las plantas y árboles que existen en el Chaco.

También estudia en los capítulos VIII, IX y X del libro 1°, la flora de esta zona, en su obra "Historia de la Conquista de Paraguay", la que fue compuesta a mediados del siglo XVIII.

Hay que hacer notar que Lozano no hace lo que hoy entendemos por descripciones y clasificaciones científicas, las hace conocer por sus particularidades externas y propiedades más conocidas.

Al padre Seguismundo Aperger de quien hay testimonios de que era un excelente médico y botánico se le atribuyó el haber descubierto el famoso "bálsamo del Paraguay", aunque según estudios de Groussac y Arata, quien parece haberlo hecho fue el hermano Montenegro.

Este es el autor del libro de "Botánica Médica Misionera" en 1710 y cuyo original se conserva en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.

Fue Montenegro un constante estudioso de la botánica farmacéutica y escribió varios libros en Castellano y Guaraní.

El padre Martín Dobrizhoffer fue el autor del libro "De Abiponibus" un excelente estudio de la Historia Natural del Paraguay.

Eximio botánico, fue otro jesuita, Tomás Falkner.

Lamentablemente, desapareció su gran obra botánica: "Observaciones botánicas, mineralógicas y otras, sobre productos de América", que llenaba cuatro volúmenes en folio.

Escribió un tratado de las enfermedades americanas, curadas con drogas americanas, obra de carácter botánico.

También en su "Description of Patagonia" se dedicó al estudio de la flora y fauna del lugar.

Sobresale, de entre todos éstos botánicos, el padre Gaspar Juárez o Xuárez, que escribió nuestra primera "Historia Natural", fundador de un jardín botánico americano. Junto con Sánchez Labrador constituyen los más altos exponentes de la ciencia del Río de la Plata en la época colonial.

Fue el autor de la obra en tres tomos "Observaciones Filológicas sobre las Plantas Rioplatenses".

Son excelentes y actuales las monografías sobre el mamón, la ortiga, el árbol de arvejas, el maní, el camote, el zapallo y alrededor de 100 plantas más. Se destacó por la descripción en forma moderna de las características de los vegetales.

Comparable en la importancia, es la obra del padre José Sánchez Labrador, éste jesuita manchego escribió en veinte volúmenes sus conocimientos.

Vivió en Buenos Aires, Córdoba y Asunción, en las selvas de los Mbayas y atravesó a pie todo el Chaco desde Asunción hasta el Alto Perú.

Fue quizás naturalista de más energía y más prolífico en sus obras, la que se puede considerar una verdadera enciclopedia científica.

Describió las propiedades terapéuticas de las aguas del Paraná, las ventajas de la quinaquina, el Mandiyú, el bálsamo de Cupay al que recomienda como "maravillosa para cerrar prontamente toda suerte de heridas, menos las hechas por bocas de fuego". Estudia las propiedades médicas de las plantas en un libro de 500 páginas e indica que la resina del Ayuy Nandí presenta similares propiedades de la trementina, la goma de Gutagamba si bien no es de tanta eficiencia como la europea, la puede reemplazar. El jugo de la "Sangre de Drago", árboles como el Caaberay y Guasoy, el Quripez sirve para fortificar las encías, para las hinchazones de los pies y del vientre sirve la corteza de Curupay, para golpes y caídas el cocimiento de las astillas de Igary su fruto comido dice que sirve para soldar la rotura de los nervios, purgante drástico son los piñones del Cuybay, para herpes e irritaciones de la piel las hojas maceradas en agua del Anambaybuzu, la bebida del Guayacan para la perlesia, la leche del Curupicay es un fuerte purgante, la quina-quina para fiebres y reumas, los médicos y boticarios jesuitas utilizaban las hojas de las bayas de Ayuy en reemplazo de las hojas del laurel.

Comenta que se usaban el meollo de la caña fístula para las enfermedades del pecho y costados y su frecuente uso impide que se forme la piedra, indica las bondades como alimento del chocolate; "de su naturaleza, es grande y óptimo nutrimiento" pero se debe tomar menos en verano que invierno, al jabón se lo puede reemplazar con la corteza del Yoirahu, alerta contra los peligros de los frutos del árbol Oboxoos, que parecen tiernos y agradables pero son muy venenosos.

Nombra que la carne de los frutos del Tutosno, sirve para la cura de muchos males, para la inflamación de los ojos recomienda el jugo del Zamuu, para la disentería de Guabiray, lo mismo que el Ibabiyú, llamado "cerezas americanas"; los frutos maduros del mamón "templan bellamente el calor excesivo del cuerpo y recrean el corazón", para reemplazar a la manteca, cita al fruto de la palma Mbocayay.

En total cita los usos y provechos de más de 400 plantas conocidas por la ciencia de los indígenas y la experiencia de los misioneros. El cambio de costumbres, unido al uso de nombres autóctonos, ha hecho que se desconozcan actualmente muchas de esas plantas y sus usos.

De gran interés será actualizar su estudio y clasificación.

Ingentes esfuerzos se requirieron para conseguir estos resultados, teniendo en cuenta los lugares por los que debían transitar los boticarios, botánicos y herboristas de aquellas épocas.

No a ese nivel, pero otro tipo de esfuerzo deberán realizar los farmacéuticos y botánicos actuales para poner al día los estudios, sobre la materia médica vegetal de Sud América.

No debemos olvidar que estas tierras son grandes bancos genéticos vegetales, somos dueños de una gran riqueza biológica, un tesoro de ADN, del que la ingeniería genética del hemisferio norte se sirve a manos llenas y gratis.

Sudamérica fue en los últimos 50 años quien suministró gran cantidad de genes vegetales usados para fabricar nuevas drogas o mejorar cultivos por empresas agrotécnicas o farmacológicas de Europa o Estados Unidos.

Lo que debe originar una conciencia de aprovechamiento en todos los órdenes de las posibilidades que nos brinda nuestra flora.

Esto será de gran utilidad para lograr una medicina de tipo alternativo que podrá brindar un gran beneficio a la población.





   
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